Desde los escenarios atronadores de Deep Purple hasta las íntimas veladas renacentistas de Blackmore’s Night, la trayectoria de Ritchie Blackmore constituye una de las transformaciones más fascinantes en la historia de la música moderna.
Este relato exhaustivo no solo recorre los hitos de su carrera, sino que profundiza en los momentos decisivos, las obsesiones creativas y las contradicciones personales que moldearon a este genio musical.
A través de entrevistas exclusivas, testimonios de colaboradores y análisis detallados de sus grabaciones, desentrañamos la compleja psicología del artista que primero revolucionó el hard rock y luego lo abandonó para seguir el llamado de la música medieval.
Los Años de Formación: De la Disciplina Clásica a la Rebelión del Rock (1945-1975)


La historia comienza en Weston-super-Mare, un pequeño pueblo costero de Inglaterra que aún sufría las secuelas de la Segunda Guerra Mundial cuando Richard Hugh Blackmore vino al mundo el 14 de abril de 1945. Hijo de un contable estricto y una pianista clásica, el joven Ritchie creció entre dos influencias contradictorias: la disciplina férrea de la música académica y el espíritu rebelde que lo caracterizaría.
Sus primeras lecciones de violín, impuestas por su madre, se convirtieron en una tortura diaria. “Me hacía practicar escalas durante horas frente al espejo, corrigiendo mi postura”, recordaría décadas después. “Odiaba cada minuto, pero esa formación me dio una base técnica que pocos guitarristas de rock han tenido”.
El punto de inflexión llegó a los 11 años, cuando su padre le regaló una guitarra acústica Framus de segunda mano. Aunque inicialmente la despreció por considerarla un juguete, pronto descubrió a través de discos piratas el jazz de Django Reinhardt y el rock primitivo de Hank Marvin. Fue entonces cuando desarrolló su característica forma de tocar: combinando la precisión clásica con una agresividad inédita. Sus profesores se horrorizaban al ver cómo sostenía la púa entre el pulgar y el índice, en lugar de entre el índice y el dedo medio como dictaba la ortodoxia.
“Me dijeron que jamás tocaría bien así”, confesó en una entrevista de 1998. “Esa fue la primera de muchas veces que demostré que las reglas estaban para romperlas”.

Sus primeros pasos profesionales en los años 60 como músico de sesión para artistas como Neil Christian y Screaming Lord Sutch están plagados de anécdotas que anticipaban su personalidad volátil.
Durante una gira con los Outlaws, electrocutó accidentalmente a medio público al conectar un amplificador defectuoso. “Vi chispas saliendo de mi guitarra y a la gente saltando de sus asientos”, recordó entre risas. “Fue mi primer solo pirotécnico, aunque no precisamente el que había planeado”. Pero el verdadero salto llegó en 1968, cuando junto a Jon Lord, Ian Paice, Rod Evans y Nick Simper fundó Deep Purple. Blackmore, siempre el visionario, insistió en que la banda fusionara el rock con influencias clásicas.
El resultado fue el revolucionario “Concerto for Group and Orchestra” (1969), donde enfrentaron una orquesta sinfónica completa al poder crudo de la formación eléctrica. Las críticas fueron polarizadas, pero el mensaje estaba claro: Blackmore no estaba interesado en seguir los caminos trillados. La cúspide creativa llegó con el álbum “Machine Head” (1972), donde grabó el que sería el riff más famoso de la historia: las cuatro notas monumentales de “Smoke on the Water”.


La ironía es que Blackmore lo consideraba “demasiado simple” y prefería sus pasajes más complejos como el solo de “Child in Time”, donde su técnica alcanzó niveles místicos. “Ese solo no está compuesto”, explicó años después. “Es pura improvisación controlada, como si algo más grande que yo estuviera guiando mis dedos”.
Sin embargo, su temperamento legendario lo alejó gradualmente de Purple. Destrozó incontables habitaciones de hotel (una vez porque “las cortinas no eran lo suficientemente negras”), saboteó conciertos cuando el backstage no cumplía sus exigentes demandas (incluyendo una ocasión en Japón donde se negó a tocar hasta que le trajeron un té específico desde una tienda a 50 km de distancia), y mantuvo una rivalidad constante con Ian Gillan que llegó al extremo de manipularle el micrófono en pleno escenario. En 1975, cansado de las limitaciones creativas del grupo, abandonó Purple para fundar Rainbow, donde su música tomaría un giro épico y fantástico.

La Era Rainbow: De la Disciplina Clásica a la Rebelión del Rock (1945-1975)
Rainbow marcó la fase más conceptual y teatral de Blackmore. Con Ronnie James Dio como vocalista, la banda creó álbumes como “Rising” (1976) que redefinieron el rock épico. Canciones como “Stargazer” (con sus casi 9 minutos de duración) y “A Light in the Black” mostraban a un Blackmore obsesionado con crear paisajes sonoros grandiosos.
Durante la producción de “Long Live Rock ‘n’ Roll” (1978), Blackmore insistió en llevar al estudio una réplica de la espada Excalibur. “Me ayudaba a entrar en el estado mental adecuado” , argumentaba. En otra ocasión, hizo que toda la banda vistiera túnicas medievales durante las tomas. “Ritchie veía la música como una ceremonia mágica”, recordó el bajista Jimmy Bain.
“A veces parecía más un hechicero que un músico de rock”. Pero los años 80 trajeron cambios radicales. Con la llegada del vocalista Joe Lynn Turner, Rainbow viró hacia un sonido más comercial. Éxitos como “I Surrender” (1981) y “Stone Cold” (1982) los llevaron a las listas de pop, alienando a los seguidores del metal épico de los primeros años. Blackmore, pragmático, admitió sin tapujos: “Quería vender discos y comprarme un castillo”.

Sin embargo, tras el fracaso comercial de “Bent Out of Shape” (1983), decidió regresar a Deep Purple en 1984 para el exitoso álbum “Perfect Strangers”. Este regreso sería turbulento. Aunque musicalmente Purple estaba en plena forma, los viejos conflictos con Gillan resurgieron con más fuerza.
La gota que colmó el vaso ocurrió durante la gira de 1993, cuando Blackmore abandonó abruptamente la banda a mitad de una gira mundial después de destruir doce guitarras en una semana.
“Ya no sentía esa furia”, confesó años después. “El rock se había vuelto una rutina, y yo necesitaba algo más”. Fue durante este período de transición que conoció a Candice Night en 1989, en un partido de fútbol organizado por una emisora de radio. Night, 23 años menor que él y apasionada del folclore europeo, lo introdujo en el mundo de los festivales medievales.
“La primera vez que vi a Ritchie en un ren faire, vestido de época y bebiendo hidromiel, supe que había encontrado su verdadero yo”, recordó Night en una entrevista. Juntos comenzaron a explorar la música renacentista, un viaje que cambiaría para siempre la trayectoria de Blackmore.


“Quería que la música sonara como si viniera de otra época”, explicó en una entrevista de 1982. “Ronnie entendía eso; sus letras eran como antiguas profecías”.
Blackmore's Night: El Renacimiento de un Juglar Moderno (1997-Presente)
El proyecto Blackmore’s Night nació oficialmente en 1997, pero sus raíces se remontan a años de exploración musical.
El álbum debut “Shadow of the Moon” fue grabado en un granero del siglo XVII reconvertido en estudio, utilizando instrumentos antiguos y técnicas de grabación acústica. Blackmore, siempre el perfeccionista, estudió durante meses laúd, viola da gamba y flautas renacentistas para lograr autenticidad.
“Quiero que esto suene como si hubiéramos viajado en el tiempo”, insistía durante las sesiones. La transformación de Blackmore fue total. Cambió las giras mundiales por actuaciones íntimas en castillos y festivales históricos. Donde antes había amplificadores Marshall a todo volumen, ahora había arpas, zanfonas y cornamusas.
“Descubrí que podía expresar más con un laúd en una taberna que con una Stratocaster en un estadio”, reflexionó en 2005.

Su vida personal también dio un giro radical. Se mudó a una casa de estilo Tudor en Long Island, decorada con tapices medievales y llena de instrumentos antiguos. “Colecciono armaduras no como decoración, sino porque me ayudan a conectar con esa época”, explicó.
Incluso en los ensayos, insistía en que los técnicos vistieran como aldeanos medievales. “Es parte de la inmersión”, argumentaba. Pero el rock nunca desapareció del todo. En 2016 y 2017, sorprendió al mundo con varios conciertos de Rainbow en Europa, donde reinterpretó clásicos como “Child in Time” con arreglos acústicos.
“El rock sigue en mí”, admitió, “pero ahora prefiero los matices a los decibelios”.
Hoy, a sus 79 años, Blackmore alterna entre giras acústicas con Candice Night y esporádicas incursiones en su pasado rockero. Su legado es único: un músico que lo tuvo todo -fama, fortuna, adoración de masas- y eligió seguir su corazón, incluso si eso significaba dejar atrás la gloria del rock por la magia de lo medieval. Como él mismo resumió en una rara entrevista reciente: “La verdadera música no conoce épocas ni géneros. Solo hay que tener el coraje de seguirla, sin importar adónde te lleve”.


